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REFLEXIONES SOBRE EL MAGISTERIO EN LA MONTAÑA

Hace unos días, cuando recogí a mis compañeros, dispuestos a hacernos los kilómetros de rigor para llegar a nuestro centro, una compañera me preguntó si había leído la entrevista a Isabel Bazo, presidenta nacional de la CECE (confederación española de centros de enseñanza, patronal de la privada concertada). Pues sí; y al leerla, lo primero que vino a mi pensamiento fue una conversación que tuve con mi hija hace unos meses, cuando me dijo que iba a empezar Magisterio por la especialidad de Pedagogía Terapéutica, es decir para trabajar en un futuro con alumnos de necesidades educativas especiales. Al ver mi expresión me dijo:

-Mamá, ¿te defrauda que siga tus pasos?

Traté de explicarle que no me defraudaba que se dedicara a la enseñanza pero, sabiendo que estará en un centro público (ya que no tenemos contactos personales para que pueda estar en un centro privado o concertado y, además, porque la especialidad a la que ella quiere dedicarse no parece tener mucho futuro en la mayoría de los centros privados-concertados), temo que se va a pasar la mayor parte de su carrera profesional en la carretera si quiere estar con su familia todos los días.



No me hace ninguna gracia que mi hija tenga que dedicarse, una vez acabada la carrera, a pelear por una plaza que, en el mejor de los casos, le costará no pocos sacrificios personales y bastante tensión psíquica; que le llevará en más de una ocasión a un estado de frustración que sólo puede entender quien haya pasado por ello porque hay mucho trabajo y poca voluntad política. Pero me hace menos gracia todavía que tenga que irse a un pueblo en el que, con mucha suerte, tendrá que recorrer una media de 100 Km. Diarios para estar con su familia, eso si consigue una “buena plaza”, y que durante el invierno, si está en una zona de montaña, se duerma pensando en cómo va a estar la carretera al día siguiente.



Pero he de reconocer que no todo es tan malo. Una vez que llegue a su destino, en una zona rural, con toda la ilusión que aporta la juventud, se dará cuenta de que tiene eso, ilusión y juventud, porque lo que son medios materiales y humanos no va a contar con muchos. Por lo visto esto se debe a que quien reparte la tarta -la Consejería de Educación- piensa que somos tantos los convidados –colegios públicos y concertados- que quizá no haya suficiente para todos y algunos tienen que quedarse con lo que sobra -últimamente los públicos-, si es que sobra algo porque ya se sabe que a todos les gusta el dulce y más a los que creen que esto de la enseñanza es un negocio.



Bien es cierto que antes de todo esto, al acabar la carrera, tendrá que ir pensando en sacarse el carnet de conducir y comprarse un coche, requisitos imprescindibles para trabajar en la enseñanza pública.

No me ha creído mucho porque me ha visto siempre ilusionada con mi trabajo, formándome y perfeccionándome de continuo aunque tenga una plaza asegurada.

Es cierto que ambos tipos de centros, privados-concertados y públicos tienen que coexistir pero quien administra los recursos debe saber con qué recursos cuenta y que si las habas son contadas, quizás no pueda invitar a tantos a comer o si los invita tendrá que servir a todos por igual, y cuando digo por igual no me estoy refiriendo no sólo a lo que se pone en la mesa sino a lo que se come....



Mª DEL MAR MARTÍNEZ CANCELO.
CSI-CSIF

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